Necesidad de control: ¿por qué ocurre y cómo liberarnos de ella?
La necesidad de control es una dificultad cada vez más frecuente que nos causa estrés, frustración, dificulta nuestras relaciones y nos hace sentir que todo lo que se escape de nuestro control es un peligro. En cierto sentido es una especie de co-dependencia. Si la dependencia es sentir que dependemos de los demás, la necesidad de control es la idea de que todo depende de uno para que salga bien. ¿Por qué nos suced esto? ¿A qué nos lleva? Y sobre todo, ¿cómo podemos liberarnos de esta necesidad de control de forma estable?
A veces, sentimos que si no controlamos lo que ocurre a nuestro alrededor, algo malo pasará. Como si soltar el control fuera lo mismo que ponernos en peligro o quedar a merced de los demás. Esta necesidad de control puede aparecer en muchos ámbitos: en las relaciones, en el trabajo, en la organización de nuestra vida cotidiana…
En este artículo vamos a profundizar en esta necesidad de control y en sus consecuencias psicológicas y emocionales desde la experiencia directa en terapia, acompañando a personas que tenían esta dificultad y pudieron superarla. El objetivo es que hoy mismo descubras qué te ocurre y comiences a solucionarlo.
Factores que explican la necesidad de control
La necesidad de control no nace de la nada. Tiene raíces profundas en nuestra historia, en nuestra forma de ser y en cómo hemos aprendido a gestionar lo que sentimos. A continuación, te explico los principales factores que suelen estar en la base de este patrón.
1. Miedo e inseguridad
Uno de los factores más frecuentes es el miedo. Miedo a que algo salga mal, a no estar a la altura, a que otros nos hagan daño o a que la situación nos desborde. Cuando sentimos inseguridad, controlar se convierte en un intento de protegernos. Si tengo todo bajo control, entonces “todo saldrá bien”. Sin embargo, esta necesidad de control nos estresa, supera nuestros límites y termina por agotarnos. A su vez, continuar con este tipo de comportamientos solo acrecenta ese miedo e inseguridad con el tiempo.
2. Tendencia de carácter: necesidad de rutinas
También influye nuestra personalidad. Algunas personas tienen una necesidad natural de estructura, orden y previsibilidad. Esto no es negativo en sí mismo. De hecho, las rutinas pueden ayudarnos a mantenernos organizados y estables. Pero cuando se convierte en rigidez o en una obsesión por que todo sea exactamente como esperamos, acabamos sufriendo. La vida no siempre sigue nuestros planes, y eso genera frustración constante.
3. Enfoque de las relaciones como vulnerables
Cuando vemos las relaciones como frágiles o inestables, es más fácil que adoptemos una postura de control. Si creemos, aunque sea inconscientemente, que la otra persona puede fallarnos o hacernos daño, tratamos de anticiparnos, vigilar, marcar límites estrictos o incluso imponer condiciones. Pero esto, lejos de proteger la relación, suele deteriorarla, porque genera desconfianza y un clima tenso.
4. Autovalidación personal
A veces controlamos porque creemos que si todo sale como queremos, eso demostrará que “somos válidos”. Que tenemos razón, que valemos, que estamos haciendo bien las cosas. En estos casos, el control se vuelve una forma de autovalidación. El problema es que esa valía queda atada a un resultado externo, lo cual genera ansiedad y un nivel de exigencia difícil de sostener.
¿A qué nos lleva toda esta necesidad de control?
Antes de continuar, te dejo un vídeo que hice hace 4 años sobre la necesidad de controlar al otro en las relaciones, en el caso de que sientas que esta es tu problemática principal. El artículo continúa más abajo.
Consecuencias de la necesidad de control
La necesidad de control sostenida en el tiempo tiene un coste. No solo para quien la ejerce, sino también para quienes le rodean.
Una de las consecuencias más frecuentes es la ira y la frustración. Como la realidad no siempre responde a nuestras expectativas, nos sentimos desbordados, enfadados o irritables. Esto puede derivar en conflictos, en una sensación de agotamiento constante y en una forma de relacionarnos marcada por la tensión.
En el ámbito afectivo, el desgaste de las relaciones es frecuente. Cuando tratamos de controlar al otro, aunque sea con buenas intenciones, la relación se resiente. Puede aparecer el distanciamiento, la falta de espontaneidad o incluso la ruptura del vínculo. Y esto, a su vez, refuerza el desánimo o la desmotivación, alimentando el ciclo.
Es importante entender que el problema no está en la necesidad de control en sí, sino en lo que hay detrás: una dificultad para gestionar ciertas emociones de forma funcional. Miedo, inseguridad, enfado… Si no sabemos cómo manejarlas, intentamos hacerlo a través del control. Pero controlar no es lo mismo que gestionar.
¿Cómo dejar de controlar sin perder el equilibrio?
Lo primero que quiero aclararte es que no se trata de dejar de ocuparse de las cosas. Ser responsables, tomar decisiones o cuidar ciertos aspectos de nuestra vida es positivo y necesario. Lo que marca la diferencia es saber dónde están nuestros límites y permitir que otras personas también se hagan cargo de lo que les corresponde.
Lo que voy a contarte a continuación es cómo solemos trabajar este tema en terapia. Son pasos que nos ayudan a dejar de controlar desde un lugar más consciente y equilibrado, sin dejar de cuidarnos.
1. Conocernos mejor a nivel emocional
Uno de los primeros pasos es identificar a partir de qué momento estamos controlando demasiado. Muchas veces no lo notamos hasta que ya estamos sobrepasados o alguien nos lo señala. Aprender a detectar esos momentos nos permite frenar a tiempo, hacer un alto y preguntarnos: “¿Qué estoy sintiendo realmente? ¿Qué me está llevando a controlar?”
2. Profundizar en la gestión emocional
La raíz del control suele estar en emociones que no gestionamos adecuadamente. Por eso, trabajar con lo que sentimos (especialmente el miedo, la inseguridad o la ira) es clave. En terapia, profundizamos en cómo aparecen esas emociones, cómo las vivimos y cómo podemos manejarlas de forma más saludable.
3. Comunicar de forma asertiva
Muchas personas que tienden al control no se dan cuenta de que en lugar de pedir, exigen, o en lugar de expresar, dan órdenes. Esto no es por mala intención, sino porque están tratando de prevenir un problema. Aprender a comunicarnos de forma asertiva, sin necesidad de controlar, cambia por completo la forma en que nos relacionamos y nos permite sentirnos más escuchados sin invadir al otro.
4. Delegar y aceptar
Delegar no es rendirse, es reconocer que no podemos ni debemos encargarnos de todo. A veces necesitamos aprender a soltar. Y junto con eso, desarrollar la aceptación de que la realidad no siempre va a coincidir con nuestros deseos. Esto no implica conformismo, sino madurez emocional.
5. Revisar todas las partes de la personalidad
En el fondo, la necesidad de control también está relacionada con cómo nos vemos a nosotros mismos. Por eso, en terapia trabajamos con la autoestima, el sistema de creencias, los valores personales, el tipo de relaciones que mantenemos… Cuando estas áreas se fortalecen, la necesidad de controlar disminuye, porque hay más confianza en uno mismo y en el entorno.
6. Acompañamiento constante
En mi forma de trabajar, el acompañamiento es constante. No se trata solo de una sesión suelta, sino de un proceso en el que estás acompañado, con herramientas semanales y un espacio seguro donde puedes avanzar paso a paso, sin prisas, pero con profundidad.
¿Cómo trabajamos esto en terapia?
Si estás leyendo esto y te sientes identificado, te explico cómo lo trabajamos juntos:
Agendamos una sesión exploratoria. Es el primer paso para conocernos y ver si este proceso encaja contigo. Solo la ofrezco a personas que están realmente comprometidas con afrontar lo que les pasa.
Comenzamos con sesiones semanales y compañía constante, donde recibirás apoyo, seguimiento y herramientas prácticas.
Profundizamos en tus emociones y patrones, entendiendo por qué controlas y cómo empezar a soltar.
Creamos un plan de acción personalizado, que te ayude a gestionar lo que sientes y a construir relaciones más libres y auténticas.
Aplicamos e integramos esos cambios, revisando lo que funciona, lo que aún cuesta, y profundizando en tu personalidad para que el cambio sea real y duradero.
Si quieres empezar a trabajar en esto, puedes agendar tu primera sesión desde aquí. Es el primer paso para dejar de controlar desde el miedo y empezar a vivir con más calma, confianza y equilibrio.
Gracias por pensar en ti,
Rubén
Psicólogo y coach