El impacto de las emociones no expresadas en la salud mental
Vivir con emociones no expresadas, reprimidas o evitadas es una dificultad psicológica y emocional que puede causarnos un profundo malestar. Afecta no solo a nuestras relaciones, sino también a nuestra salud mental y física. Los seres humanos somos esencialmente emocionales: convivimos con nuestras emociones las 24 horas del día. Expresarlas nos permite ser quienes somos, conectar con los demás y relacionarnos con el mundo de forma honesta. Sin embargo, muchas veces no lo hacemos… durante demasiado tiempo. ¿Por qué ocurre esto? ¿Y cómo podemos resolverlo?
Cuando convivimos con esta dificultad —que suele prolongarse en el tiempo como si se tratara de un rasgo estable o incluso de una «forma de ser»— es común que nos asalten preguntas como:
¿Realmente tengo que expresarme siempre?
¿Cómo puedo hacerlo sin herir al otro o sin meterme en problemas?
Estas preguntas nos llevan a una conclusión importante: el gran problema detrás de las emociones no expresadas es el miedo y la inseguridad. Cuando nuestro bienestar emocional depende en exceso de factores externos, especialmente de las reacciones de los demás, tendemos a refugiarnos y evitar mostrar lo que sentimos. Pero esta evitación, tarde o temprano, pasa factura.
Ansiedad, angustia, agotamiento y una sensación de aislamiento —como si llevaras tú solo la carga de todo— son algunas de las experiencias más habituales. En este artículo profundizamos en por qué ocurre esto, cómo afecta a nuestra salud emocional y, lo más importante, cómo podemos resolverlo de forma estable.
Lo que vas a leer se basa en más de 15 años de experiencia acompañando a personas con esta dificultad en sus procesos de cambio y terapia.
La importancia de expresar lo que sentimos
Expresar nuestras emociones no significa explotar. Significa procesar y comunicar de forma saludable lo que sentimos. De hecho, muchas veces las personas explotan precisamente porque no han expresado lo que les ocurre a tiempo: lo han ido guardando, acumulando, hasta que un día no pueden más.
Además, la cultura del “aguántate” o “sé fuerte” refuerza esta represión emocional. Desde pequeños aprendemos que hay que “ser duros”, que no debemos molestar, que lo emocional es debilidad. Esta forma de educar produce adultos que no saben cómo expresar sus emociones sin culpa, miedo o vergüenza.
Consecuencias de las emociones no expresadas para la salud mental
Como seres emocionales, las emociones nos sirven para conocernos y para vincularnos con los demás. No expresarlas equivale a no poder decidir libremente quiénes somos, qué queremos o qué necesitamos. Esta desconexión agota nuestra mente, nuestras emociones e incluso nuestro cuerpo. Las consecuencias más frecuentes son:
Ansiedad acumulada
Los conflictos internos no verbalizados generan una tensión constante, que se percibe como un nudo en el pecho o una presión en la boca del estómago.
Pensamientos rumiantes
Cuando no expresamos lo que sentimos, lo pensamos continuamente. Le damos vueltas y más vueltas, lo que incrementa la ansiedad y nos agota mentalmente.
Desánimo profundo
La acumulación de ansiedad y fatiga desemboca en un estado de agotamiento general. Muchas veces, lo que llamamos “depresión” es, en realidad, el resultado de no vivir conforme a lo que sentimos.
Trastornos psicosomáticos
Dolores frecuentes, fatiga crónica, insomnio y otros síntomas físicos sin causa médica clara pueden aparecer por esta tensión emocional mantenida.
Desconexión del cuerpo y de las propias necesidades
Perdemos la capacidad de escucharnos, de saber qué necesitamos o cuándo algo nos hace mal.
Relaciones disfuncionales
Evitamos poner límites, acumulamos malestar y, finalmente, explotamos sin previo aviso.
Cuerpo y emociones no expresadas
Es común pensar que un problema emocional concreto genera una enfermedad física específica, pero es importante dejar algo claro: esto no es así. No hay evidencia científica de que una emoción determinada cause una dolencia física concreta. Afirmar lo contrario es irresponsable y contribuye a la desinformación que circula por redes sociales. Las enfermedades físicas son multifactoriales, y reducirlas a causas emocionales invisibiliza su complejidad.
Ahora bien, cuando vivimos de forma prolongada con dificultades emocionales —como la falta de expresión emocional— nuestro bienestar físico sí se ve afectado de forma general. Estas son algunas de las consecuencias más habituales:
Hiperactivación del sistema nervioso simpático: vivimos en modo alerta, con ansiedad constante.
Problemas digestivos, musculares o dermatológicos: fruto del estrés crónico.
Alteraciones hormonales: el estrés sostenido desajusta nuestro equilibrio hormonal, afectando al sueño, la energía, el apetito y más.
Te dejo un vídeo donde desmontamos ciertos mitos relacionados con la salud y las emociones y vemos su relación real según evidencias empíricas. El artículo continúa abajo, donde vemos las causas de por qué tenemos emociones no expresadas y cómo podemos solucionarlo.
¿Por qué no nos expresamos? Causas
Es importante entender que esta dificultad no es un problema de comunicación, sino de gestión emocional. Nos hemos acostumbrado a no expresar lo que sentimos por miedo a la reacción del otro, por sentirnos responsables del bienestar ajeno o porque creemos que debemos adaptarnos siempre. Pero el resultado es claro: nos perdemos a nosotros mismos.
Expresar lo que sentimos no nos hace más bruscos, sino más honestos y vulnerables. Y es desde esa vulnerabilidad que se construyen relaciones auténticas. Algunas de las causas más frecuentes de esta dificultad son:
Evitación: preferimos evitar situaciones incómodas en lugar de afrontarlas. Pero la evitación no elimina el malestar; solo lo aplaza. Eventualmente, explotamos con ira o nos derrumbamos por agotamiento.
Intelectualización: sentimos, pero lo disfrazamos con análisis y pensamientos excesivos. Rumiamos lo que nos ocurre, sin decirlo en voz alta.
Sumisión emocional: priorizamos el bienestar del otro, incluso a costa del nuestro. Esto suele formar parte de una dinámica de codependencia, en la que sentimos que los demás dependen emocionalmente de nosotros.
Mandatos familiares o sociales: muchas veces aprendimos desde pequeños que debíamos cuidar a los demás, no molestar, no ser una carga. Y eso nos lleva, de adultos, a sentir culpa por mostrarnos tal y como somos.
Mejorar la expresión emocional con terapia de forma estable
Para poder expresar lo que sentimos, primero debemos entender qué emociones estamos experimentando, cómo las gestionamos y cómo podríamos hacerlo de una forma más saludable. Aprender a ser asertivos no significa ser duros o bruscos. Significa tener relaciones más honestas, más reales.
Llegamos a la gran clave: no existen remedios mágicos, ni técnicas, ni un modo de meditación o liberación que exprese esas emociones. Esas emociones las debes expresar tú, en tu día a día. Lo pregunta es: ¿qué te lo impide? ¿Qué tenemos que cambiar o trabajar para que sea diferente? En eso consiste realmente una terapia. No se trata de técnicas, sino de conocerte, profundizar en ti y tener compañía experta que te ayude a vivir con mayor bienestar.
Dejar atrás las emociones no expresadas
La expresión emocional es parte esencial del bienestar psicológico. No es sinónimo de descontrol, sino de canalización adecuada. Cuando comenzamos a expresarnos de verdad, también empezamos a aprender a vivir con más autenticidad.
Por eso, mi forma de acompañarte como psicólogo es constante, cada día y sin límite de consultas, para que podamos trabajar con lo que va ocurriendo en tiempo real, y tú te sientas acompañado en cada paso del proceso.
Además, no solo abordamos el problema en sí, sino que trabajamos sobre una solución integral: tú. Profundizamos en tu autoestima, la gestión emocional, la comunicación, las relaciones, el sistema de creencias… todo lo que conforma tu forma de estar en el mundo. El objetivo no es aplicar un “parche” que alivie el malestar momentáneamente, sino encontrar una solución estable, real y duradera.
La expresión emocional no solo mejora nuestro bienestar interno, sino que transforma nuestras relaciones y nos permite vivir desde quienes realmente somos.
Si te has sentido identificado, puedes agendar una sesión exploratoria conmigo en este enlace. En esta primera sesión nos conocemos, profundizamos en lo que ocurre y vemos cómo puedo ayudarte en tu proceso.
Recuerda: todo cambio es posible cuando das el primer paso. El resto lo daremos juntos.
Mucho ánimo,
Rubén Camacho
Psicólogo y coach
empoderamientohumano.com