Autoexigencia disfuncional: ¿Qué hay detrás de tu deseo de mejorar?
La autoexigencia disfuncional es ante todo un estado emocional: nos exigimos de tal forma que nos provoca un estrés y frustración que puede transformarse en desánimo. Parece que por más que nos exigimos, el resultado esperado no llega. ¿Hasta qué punto exigirnos puede ser positivo? ¿Dónde están los límites?
Es habitual pensar que la autoexigencia es una actitud ante la vida, además de un valor que nos ayuda a mejorar en cada aspecto, sea personal o profesional. En sí mismo, es un valor positivo. A su vez, hoy día vivimos en un mundo con tanta sobre información y comparación que nos autoexigimos en exceso. Esta autoexigencia disfuncional nos lleva a superar nuestros límites de estrés y agotamiento. ¿Cuándo querer dar lo mejor se transforma en un problema?
Esta dificultad es muy habitual en consulta psicológica. Ocurre especialmente en el área laboral, aunque también puede presentarse en otras parcelas de nuestra vida. En este artículo vamos a profundizar en qué es esta autoexigencia disfuncional, a qué se debe, y sobre todo cómo podemos solucionarlo. Para ello nos vamos a basar en resultados directos acompañando a personas que tenían esta dificultad en sus procesos de cambio y terapia.
Qué es la autoexigencia disfuncional
Como hablamos, autoexigirnos es en sí mismo positivo. Consiste en tener como valor querer dar lo mejor de nosotros, estar abiertos al aprendizaje y querer mejorar. Los seres humanos somos por naturaleza creativos. Con los años nos vamos olvidando de esa habilidad. Una autoexigencia que funciona sería el valor personal de querer hacer las cosas lo mejor que podemos y continuar aprendiendo para hacerlo cada vez mejor.
Sin embargo, una autoexigencia disfuncional consiste en querer competir, centrarnos solo en los resultados y tener una actitud que busque la perfección (lo cual nos llevará siempre a la alerta y a la frustracion). Es como querer siempre dar el «broche de oro» a todo lo que hacemos. Esta dificultad emocional nos lleva a estar en alerta, a ver siempre el detalle y el error, y no nos permite avanzar.
¿Qué consecuencias tiene esa autoexigencia disfuncional? A no concluir procesos o, por el contrario, tratar de formarnos indefinidamente. Nos induce en un círculo vicioso donde nunca estamos satisfechos. Detrás de este problema se encuentra un problema emocional que procede de la inseguridad y que nos lleva a la ansiedad, así como de autoestima y valoración personal.
Un problema emocional
La autoexigencia, bajo esta perspectiva, surge del temor a que nuestra propia imagen personal se vea cuestionada. Esto puede derivar en conductas de dependencia en el ámbito laboral, como asumir demasiadas tareas o creer que todo debe pasar por nuestras manos. También puede dificultar una comunicación asertiva, generar ansiedad y, a largo plazo, provocar agotamiento y desmotivación.
A su vez, cuando la autoexigencia se vuelve disfuncional, el estrés y la desmotivación aparecen porque nuestro bienestar deja de depender de nosotros y pasa a estar condicionado por factores externos fuera de nuestro control. Esto nos mantiene en un estado constante de alerta, evaluando si somos valorados o si los resultados alcanzan la perfección.
Esta dinámica puede llevarnos a dos escenarios: 1. sobreexigirnos, sintiendo que nunca hacemos lo suficiente, lo que provoca agotamiento; 2. quedar paralizados por la creencia de que nunca será suficiente, lo que genera desánimo.
Vamos a profundizar en las causas de este problema. Antes, te dejo un vídeo que publiqué en Youtube sobre este asunto. El artículo continúa más abajo.
Cuatro causas que nos llevan hacia una autoexigencia que no funciona
Aunque sintamos que esa autoexigencia excesiva es el problema, en realidad es el síntoma o consecuencia de algo más. Se trata de estas cuatro causas y de la forma en la que se relacionan.
1. La búsqueda constante de aprobación
Todos necesitamos sentirnos valiosos, pero cuando ese valor depende exclusivamente de la opinión de los demás, la frustración aumenta. Esto provoca que la autoexigencia se dispare, ya que no podemos controlar cómo nos perciben o valoran. Esta situación suele estar alimentada por un sistema de expectativas y comparaciones que termina resultando disfuncional.
2. El miedo a no estar a la altura
Las expectativas sobre lo que podemos lograr están estrechamente relacionadas con el temor a los resultados o a la percepción de los demás. El miedo en sí no es negativo, pues es una emoción válida y necesaria. El verdadero problema surge cuando se vuelve excesivo y condiciona nuestras decisiones, interfiriendo con una gestión saludable de nuestras emociones.
La inseguridad, en este contexto, es una manifestación de ese miedo vinculado a la percepción que tenemos de nosotros mismos y nuestras capacidades.
3. La trampa de la co-dependencia
Mientras la dependencia implica necesitar a otros para sentir bienestar, la co-dependencia ocurre cuando sentimos que los demás dependen de nosotros para obtener buenos resultados. Esta dinámica puede aparecer tanto en el entorno laboral, cuando asumimos roles de gran responsabilidad, como en la vida personal, especialmente dentro del núcleo familiar.
La co-dependencia suele llevarnos a asumir demasiadas tareas, supervisar en exceso, desconfiar de los demás y buscar controlar todo. Con el tiempo, esto genera altos niveles de ansiedad y angustia.
4. Dificultades para comunicarse de forma clara y asertiva
Cuando nos autoexigimos demasiado, es común que nuestra comunicación se vuelva poco clara o carente de asertividad. Esto sucede porque tememos las posibles reacciones si expresamos nuestros límites o hablamos abiertamente sobre lo que queremos, no queremos, podemos o no podemos hacer.
Estas son algunas de las causas más comunes que alimentan la autoexigencia desmedida. La pregunta clave es: ¿cómo podemos resolverlo?
Soluciones desde tu propio cambio y aprendizaje personal
Solucionar esta dificultad cada vez más habitual no consiste en aplicar una serie de reglas mágicas. Se trata, ante todo, de aprender de ti y aplicar cambios estratégicos que con el tiempo formen parte de tu rutina. Todo cambio ocurre con la acción. En este caso se trata de una dificultad psicológica y emocional, y por lo tanto, es importante profundizar en lo que ocurre para resolverlo de raíz.
En un proceso de cambio y terapia siempre debemos trabajar con todas las partes de la personalidad: autoestima, gestión de emociones, sistema de creencias, comunicación, relaciones, etc. Además, contar con compañía constante en lugar de solo con sesiones eventuales funciona mucho mejor.
Estas serían las cuatro claves para que consigas una solución estable.
1. Identificar y abordar el origen del conflicto
Reflexionar sobre por qué te exiges tanto puede aportar cierto alivio momentáneo, pero no ofrece soluciones profundas. Para resolver el problema, es fundamental profundizar en su raíz: ¿cómo construyes tu autoestima? ¿Qué criterios utilizas para valorarte a ti mismo? Y, sobre todo, ¿qué ajustes específicos necesitas implementar para que este patrón cambie?
La autoexigencia es saludable cuando nace del deseo de superación personal, pero deja de serlo cuando depende de la aprobación externa.
2. Aprender a regular tus emociones
El miedo y la inseguridad pueden ser útiles en ciertas circunstancias, pero cuando se vuelven demasiado frecuentes e intensos, dejan de ser funcionales. Comprender tus emociones y gestionarlas mediante acciones concretas te permite relativizarlas, hacerlas más manejables y promover estados emocionales más saludables.
Desarrollar aceptación (reconociendo lo que está bajo tu control y lo que no) y confianza (que fomenta la comunicación asertiva, el establecimiento de límites y el cuidado personal) son claves en este proceso.
3. Construir una autoestima saludable
Una autoestima sólida se desarrolla cuando tu bienestar depende principalmente de ti, de tus acciones y decisiones, no de factores externos. Esto implica priorizar el cuidado personal, equilibrar el trabajo y la vida personal, y aplicar cambios específicos que favorezcan una vida más segura y satisfactoria.
4. Diseñar un plan de acción con acompañamiento
Para lograr cambios reales, es esencial trabajar de manera integral en todas las dimensiones de tu personalidad, ya que están interconectadas. Igualmente, contar con un plan de acción concreto que guíe cada paso hacia la transformación es imprescindible.
Si es lo que quieres, recuerda que puedes agendar una sesión exploratoria conmigo en este enlace. En esta sesión podemos profundizar en lo que ocurre en tu caso y cómo solucionarlo de raíz.
Muchos ánimos y confianza,
Rubén Camacho
Psicólogo y coach